Los cadáveres se apilan en estos días en los depósitos de Donetsk mientras que los aviones y la artillería del Ejército ucraniano han incrementado sus ataques contra el Sureste poco después de las elecciones presidenciales. El nuevo presidente ucraniano, el oligarca multimillonario Petro Poroshenko, está buscando reforzar su ofensiva contra Donetsk y Lugansk, declaradas repúblicas independientes tras el referéndum del 11 de Marzo. Su objetivo declarado es el de hacer esta represión “más efectiva”.
Poroshenko dijo después de su elección que no veía “ninguna razón” para detener la ofensiva militar en el Sureste. “Apoyo su continuación, pero busco un cambio en su formato. Ella debe ser más corta y más efectiva y las unidades militares deben estar mejor equipadas”, señaló. Esta declaración contrasta con otras anteriores en las que él afirmó que estaba preparado para el diálogo con las autoridades de Donetsk y Lugansk.
Poco después de las elecciones, unidades militares ucranianas bombardearon varias ciudades del Sureste, incluyendo Slaviansk, y el Aeropuerto de Donetsk con fuego de mortero y artillería.
El número de víctimas no es conocido todavía. Según el primer ministro de la República Popular de Donetsk, Aleksander Borodai, 100 miembros de las fuerzas de autodefensa y civiles murieron durante el ataque a la ciudad.
En Slaviansk, al menos cuatro civiles murieron, incluyendo una mujer.
“Vemos lo que lo que el cambio de presidente significa hoy: bombardeos contra civiles, bombas que caen cerca de los bloques de apartamentos y aviones y helicópteros que disparan contra la población civil urbana”, dijo el analista Daniel Patrick Welch a RT, añadiendo que las negociaciones con las autoridades de Donetsk y Lugansk nunca formaron parte del plan de Poroshenko.
“Fuimos a ver al hombre, pero ya estaba muerto. Un obús cayó junto a un edificio de apartamentos de nueve plantas. Todos los cristales se rompieron. La cabeza del hombre estaba ensangrentada y sus armas y piernas rotas”, dijo un residente de Slaviansk. Los barrios civiles, donde residen 130.000 personas, fueron atacados por primera vez el lunes.
El martes se supo que una cuarta víctima, una mujer, había muerto en Slaviansk junto a la Iglesia de la Reina Madre de Dios, según señaló una fuente de la Iglesia Ortodoxa. El edificio de la Iglesia resultó dañado junto con una residencia de estudiantes de los alrededores. “Una bomba cayó a 10 metros de la Iglesia”, dijo la fuente.
Ese mismo día, aviones y helicópteros ucranianos atacaron a las fuerzas de autodefensa que ocupaban el Aeropuerto de Donetsk. Unos 50 combatientes de las milicias de autodefensa murieron al ser atacados dos camiones donde viajaban, indicó Borodai, citado por RIA-Novosti.
La estación de ferrocarril de la ciudad fue también bombardeada. Un civil resultó muerto y otros dos, incluyendo un niño de ocho años, fueron heridos.
El primer ministro ucraniano, Vitali Yarioma, manifestó el lunes que la operación debe continuar “hasta que no quede ni un solo combatiente vivo en el territorio de Ucrania”. “Vimos los resultados ayer”, dijo Yarioma en referencia a los muertos de Donetsk.
Estas declaraciones ponen de manifiesto el carácter de la así llamada “revolución en Ucrania”, es decir el golpe orquestado por los países occidentales en ese país, y exponen la naturaleza brutal del régimen títere impuesto por Washington en Kiev.
La Administración Obama y los gobiernos de la UE se apresuraron a felicitar a Poroshenko tras su victoria electoral y mostraron su apoyo a la ofensiva sangrienta que llevan a cabo las autoridades de Kiev en el Sudeste, presentándola como un medio de estabilizar y unificar el país. Resulta claro que las elecciones presidenciales fueron un intento de legitimar un régimen instalado por la fuerza y mediante la actuación de grupos neonazis como el Sector Derechista y Svoboda.
En el Este, las elecciones presidenciales sufrieron un boicot casi total de la población, que ya se había pronunciado anteriormente en los referéndums de autodeterminación en favor de la independencia.
La ofensiva militar muestra que el régimen de Kiev está buscando intimidar a todos, en el Este y Oeste de Ucrania, para eliminar cualquier oposición a las políticas de austeridad y privatización dictadas por el Fondo Monetario Internacional. Esta política económica de “tierra quemada”, que supondrá un duro golpe a los intereses de la mayoría de la población, irá acompañada de la transformación de Ucrania en un puesto avanzado de la OTAN y EEUU contra Rusia.
El presidente estadounidense Barack Obama llamó a Poroshenko el martes para felicitarle por su victoria y asegurarle el apoyo norteamericano para “unir el país y moverlo hacia adelante”. Obama desveló planes para reunirse con Poroshenko a principios de Junio. La declaración del presidente estadounidense también subraya “la importancia de poner en práctica las reformas necesarias para que Ucrania unifique el país, desarrolle una economía sostenida y genere un clima atractivo para las inversiones y un gobierno transparente y responsable”. Por su parte, Poroshenko prometió hacer todo lo posible para “crear un clima muy bueno para las inversiones” y atraer a las compañías occidentales.
Esta actitud de apoyo a la represión de las autoridades de Kiev contrasta con la actitud de Obama, la canciller alemana Angela Merkel, y el presidente François Hollande de Francia de privar de legitimidad al anterior presidente ucraniano, Viktor Yanukovich, por el hecho de que él movilizara a la policía para disolver a los manifestantes antigubernamentales en Kiev. Aquella actuación policial no tenía comparación, sin embargo, con los bombardeos con artillería, aviones y helicópteros contra zonas residenciales y la matanza de decenas de civiles a manos del Ejército ucraniano.
Diana Rojas
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