El esclavo antiguo sabía que lo era, pero a no ser que su amo estuviera loco o fuera un sádico, también sabía que su vida no corría peligro y que sería bien tratado mientras se comportara de manera obediente, pues era un “objeto valioso”; por último, podía rebelarse o fugarse y buscar en un lugar lo más lejano posible una nueva vida como hombre libre. La esclavitud moderna es muy diferente: nadie se rebela contra las cadenas que le estrangulan si no es capaz de verlas y está convencido de que disfruta del mejor de los mundos posibles, aunque su libertad consista en escoger entre diversas opciones que no son sino dedos diferentes de la misma mano. Las técnicas de control social que soporta el mundo desarrollado a estas alturas de la Historia han alcanzado un refinamiento y una sutileza digna de admiración, si no fuera por los perversos propósitos para las que son utilizadas. Podemos resumirlas en tres grupos: Distraer, Degradar y Disminuir.
Distraer:
O desviar la atención respecto a los problemas importantes y acuciantes, a base de facilitar noticias, debates e informaciones sobre cualquier cosa lo más insignificante posible –mejor si es visualmente atractiva-, aunque no sirva para nada (los ciudadanos europeos han sufrido en los últimos años importantes recortes sociales y laborales, pero parece importarles más si su equipo ha pasado o no a la siguiente eliminatoria o si una conocida actriz ha sido fotografiada en “topless” en una playa). Todo vale con tal de que las personas no se detengan un momento, piensen dónde están y se bajen del carrusel para aclarar su situación real.
Degradar.
La mejor manera de resolver un problema es crearlo primero y después presentar una solución ya preestablecida. Si damos carta blanca a ciertas bandas criminales para que operen con especial violencia durante el tiempo suficiente, nos aseguraremos la protesta de los ciudadanos, que estarán dispuestos a sacrificar libertad por seguridad en el desarrollo de nuevas leyes. Para hacer aceptable cualquier medida, por “dolorosa pero necesaria” que sea ( por ejemplo, eliminar ayudas públicas a un sector productivo), bastará con aplicarla dilatándola en el tiempo (recortando las ayudas poco a poco a lo largo de los años en lugar de hacerlo de una vez) o fijando una fecha para un futuro a medio plazo (la gente tiende a pensar que tal vez la situación ha mejorado entonces).
Disminuir.
Es fundamental dejar de tratar a los ciudadanos como adultos hechos y derechos, serios, responsables, independientes y merecedores de respeto. Para ello se manipula su emoción (cuanto más alterada emocionalmente está una persona, más fácil es manipularla), se le induce hacia la ignorancia, reduciendo la calidad de su educación al mínimo imprescindible (basta comparar la formación de un niño hoy en día con la de sus predecesores en cualquier plan escolar previo a la primera mitad del siglo XX), se promueve todo timo de vulgaridades y estupideces (véase la programación habitual de cualquier canal de televisión), penalizando y desprestigiando a aquellos que intentan mantener cierto nivel intelectual (se los acusa de clasistas y se les impide por sistema el acceso a los grandes medios de comunicación) y se lanzan mensajes publicitarios y propagandísticos con un tono deliberadamente infantil como si los receptores fueran niños (para que la reacción de esos receptores sea, por automatismo, la esperable en un niño).
A ello hay que sumar el espionaje puro y duro. Y de lo que se habla poco es de la interconexión que existe entre los distintos servicios secretos, promocionados como ayuda o apoyo a “nuestros amigos o aliados” no es más que un l diseño que permite interconectar todos los sistemas de escucha de los servicios secretos de los distintos países como parte de un todo integrado y mucho más poderoso (igual que hizo la NASA pidiendo voluntarios privados para interconectar sus ordenadores durante el tiempo en el que no los usan a fin de “sumar recursos” en el programa SETI). Como ironizaba en una entrevista de 1998 el tenebrosos Zbigniew Brzezinski, uno de los principales asesores presidenciales de los mandatarios norteamericanos desde hace decenios: “Cuando uno dispone de la capacidad para contar con informaciones, es muy duro imponer barreras arbitrarias respecto a su adquisición”.
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