En esta interminable realidad posterior a la crisis que estamos viviendo, una cosa ha quedado clara: independientemente del delito, los banqueros de alto rango nunca cumplen condena -al menos no en la mayoría de los países occidentales (con la obvia excepción, por supuesto, de la arrancadora de cueros cabelludos de banqueros, Islandia).
De hecho, en la mayoría de los lugares hoy en día es probable que sea más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que meter un banquero a través de una puerta ampliamente abierta de la prisión. Un país que intentó escapar a esta tendencia fue España. Y no sólo una vez, sino dos veces. Sin embargo, en ambas ocasiones el banquero en cuestión -Miguel Blesa, ex-director general de Caja Madrid, que está acusado de irregularidades en la compra de un banco de Florida, así como en un préstamo de 27 millones de euros que concedió al empresario ahora encarcelado Gerardo Díaz Ferrán- salió rápidamente de la cárcel de El Soto de Madrid. En el primer caso fue la fiscalía del país (convertida en defensa del banquero) la que proporcionó al VIP (Prisionero Muy Importante) la lima y la cuerda necesarios para el escape. En la segunda ocasión fue la Audiencia Nacional.
Tras su liberación en la segunda ocasión, Blesa y su equipo de defensa, en connivencia con una fiscalía fuertemente politizada, se lanzaron al contraataque. Acusaron al juez de la causa, Elpidio Silva, de sobrepasar sus límites y convertir el caso en una causa célebre en contra de la profesión bancaria en su conjunto. Silva fue acusado con prontitud de perversión de la justicia. Si es hallado culpable, se enfrenta a la perspectiva de la expulsión indefinida de la judicatura.
La caja de Pandora
Hasta aquí, todo normal. Tras la intervención de la Audiencia Nacional, España quedó una vez más totalmente alineada con el resto de Occidente. Pero entonces, de repente, algo sucedió que no estaba ni en el gobierno ni en los guiones de Blesa. Alguien, en algún lugar, de alguna manera, tiene en sus manos un alijo de más de 8.500 correos electrónicos y mensajes SMS de los tres últimos años de Blesa en Caja Madrid -documentos que el juez Silva había solicitado durante su investigación- y rápidamente se filtró todo el lote a la publicación española en línea eldiario.es.
Ahora que los correos electrónicos se están filtrando poco a poco al dominio público, Silva finalmente está recibiendo cierta reivindicación para sus acciones, a medida que emerge lentamente una imagen de chanchullos descarados, en una entidad sin ánimo de lucro y financiada con fondos públicos como es una caja de ahorros. Secuestrada por las figuras políticas de alto nivel del Partido Popular, Caja Madrid -ahora la manzana podrida de Grupo Bankia- fue utilizada durante años como la guarida de Aladino de los favores políticos y el dinero barato y fácil. Y el hombre que guardaba la puerta a esa guarida era Miguel Blesa.
La política y la banca: lo peor de los dos mundos
En esta edad de oro de las democracias de puertas giratorias, nos hemos acostumbrados a todo menos a la visión de figuras de alto nivel profundamente comprometidas revoloteando entre los sagrados recintos de los gobiernos y las oficinas doradas de algunos de los bancos más poderosos del mundo, mientras se ganan una pasta gansa por el camino.
En los Estados Unidos, las migraciones masivas de altos dirigentes bancarios (Robert Rubin, John Corzine, Hank Paulson, Gary Gensler…) desde Wall Street hasta el gobierno ayudó a allanar el camino a la toma de posesión del gobierno por parte del sector financiero.
En el caso de Blesa, sin embargo, su movimiento fue en la dirección opuesta: del gobierno a la banca. De hecho, cuando fue nombrado a la junta directiva de Caja Madrid en 1996 por su amigo cercano y el entonces presidente de gobierno de España, José María Aznar, Blesa tenía cero experiencia en banca, después de haber pasado toda su carrera en el gobierno y la administración pública. Eso no le impidió, sin embargo, recorrer el escalafón a director general en el corto espacio de tan sólo cuatro meses, un cargo que ocuparía hasta 2009.La pregunta es: ¿quién estaba realmente ocupándose de las operaciones del banco en ese período?
Tirando de los hilos desde la sede del PP
Muchos de los correos electrónicos enviados y recibidos por Blesa revelan cómo su posición como Director General fue explotada por ex-colegas del Partido Popular para ganar influencia estratégica sobre el consejo de administración del banco, solicitar inversiones millonarias para obras mastodónticas y poco útiles, y exigir un trato de favor para los amigos. Una persona que ocupa un lugar destacado en los correos electrónicos es la ex-presidente regional de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. De hecho, la populista, con super contactos, y asistente regular de Bilderberg, sigue siendo una gran favorita para suceder a Rajoy, aunque quizás no por mucho tiempo.
Varios correos electrónicos muestran cómo ambos, Aguirre y su segundo al mando y eventual sucesor, Ignacio González, presionaron a Blesa para avalar la tambaleante emisora de televisión regional Telemadrid de modo que pudiera comprar los derechos de transmisión de partidos del Real Madrid (un acuerdo que finalmente se caería, para dar empleos o puestos en el consejo del banco a sus amigos o compañeros (muchos de los cuales no tenían experiencia de ningún tipo en el sector financiero), e incluso para la mejora de las condiciones de la hipoteca de un amigo.
Sin embargo, como informa El País, con mucho, los mensajes más llamativos se centran en un intento del ex-primer ministro José María Aznar y su hijo del mismo nombre, José María Aznar Botella, para convencer a la Fundación Caja Madrid de que comprara una colección de arte perteneciente al artista y escultor Gerardo Rueda:
“[Aznar] había pedido a Blesa que ayudara al hijo de Gerardo Rueda, José Luis, en la venta de la colección de arte de su padre, cuyo precio de venta fue puesto en 54 millones de euros. Aznar y José Luis Rueda dieron al banco varias tasaciones que ponían el valor total de todas las piezas en más de 50 millones de euros.”
Pero la Fundación Caja Madrid envió a sus propios expertos, que valoraron las obras en 3.000.000 de euros.
A pesar del precio escandalosamente inflado, Blesa hizo todo lo que pudo para que el consejo de administración se embarcara en el proyecto, y fue sólo la seria oposición por parte de colegas de alto nivel la que dio al traste con el acuerdo. Poco después, el hijo del ex-primer ministro, José María Aznar Botella, dio a Blesa una mordaz reprimenda:
“Con todo lo que hemos hecho por usted -y ha sido mucho- a mí me parece una absoluta vergüenza lo que ha hecho, o mejor aún, lo que no ha hecho.”, escribió Aznar Botella en un SMS, el 16 de julio de 2009.
Aznar junior está claramente cortado por el mismo patrón que su padre. A pesar de que este último se retiró de la vida pública hace más de una década, José María «Primero», sigue proyectando su larga sombra sobre la política española. No obstante la evidencia acumulada en su contra, tanto en el asunto de Bárcenas como en el caso Blesa, niega todas las acusaciones de irregularidades y está amenazando con demandar a casi todo el mundo que utilice su nombre en vano.
Por esa razón, voy a tratar de formular la siguiente frase con la máxima prudencia posible. Como el hombre presuntamente acusado de haber ayudado a poner en marcha el sistema político de sobornos operado por el PP durante los últimos 20 años, que llevó a España a la guerra en Irak en 2003 a pesar de la abrumadora (90 por ciento) oposición pública, que estuvo involucrado en la venta de armas supuestamente lucrativa a Libia, Venezuela y otros gobiernos, y que ahora se enfrenta a acusaciones de implicación en operaciones de arte poco fiables, Aznar quizá debería pensárselo dos veces antes de ventilar su ropa en público. Mi conjetura es que, tan pronto como toda la polvareda de este escándalo (de Blesa) desaparezca, es inevitable que Aznar calladamente retire todas las demandas.
Con mucho, el mayor escándalo en la permanencia de 13 años de Blesa como presidente de Caja Madrid tuvo lugar en 2009, su último año en el banco.
A medida que los mercados financieros globales se encuentran en punto muerto a raíz del colapso de Lehman Brothers, la liquidez se seca y muchos bancos españoles se encontraron de repente fuera de los mercados dinerarios.
Para los bancos privados grandes como Santander y BBVA siempre existía la posibilidad de emisión de nuevas acciones para recaudar capital. Pero las cajas, no cotizadas en Bolsa, no tenían ese lujo y, con el presidente “socialista” Zapatero en un estado de negación crónica sobre la mala salud del sistema bancario español, y determinado a evitar un rescate a literalmente cualquier precio, las cajas tenían que encontrar formas más imaginativas de conseguir capital.
La solución que se les ocurrió fue la de enchufar la manguera -que, finalmente, sería con el grifo abierto a tope- a los ahorros de toda una vida de los más antiguos, más leales y más confiados (es decir, más crédulos) clientes. Y esto lo consiguieron haciendo que los directores de las sucursales vendieran inversiones de alto riesgo llamadas Preferentes como si fueran tan seguras como las casas -todo ello con la aprobación tácita del gobierno de Zapatero, el Banco de España y de los reguladores del mercado.
Lo que el personal de ventas de los bancos se olvidó de mencionar a estos incautos clientes -clientes que incluían personas que eran analfabetos o que sufrían de problemas de aprendizaje; pensionistas con Alzheimer o demencia, y hasta niños- era que las Preferentes son instrumentos de deuda híbridos (es decir, medio bonos, medio acciones) que pagan un mayor nivel de interés por una buena razón: nunca pueden ser vendidos a la entidad emisora. En vez de ello, deben ser vendidos en los mercados abiertos.
Naturalmente, cuando el mercado está boyante, como fue el caso a finales de los años 90 en España, los instrumentos podrían liquidarse con relativa facilidad. Sin embargo, cuando el mercado está repentinamente capturado por el pánico y la desconfianza, como ha sido el caso desde 2010, los poseedores de Preferentes no tienen literalmente ninguna posibilidad de desinvertir sus tenencias. Dejados con sólo una pequeña fracción de sus ahorros intacta, son los últimos titulares que cobrarían en una de las estafas más diabólicas en la historia reciente de la banca.
El mayor culpable en este esquema piramidal maddoffiano era (sí, lo has adivinado) Caja Madrid. De su primer lote de 29.000 Preferentes, más del 99 por ciento se vende a las familias. El segundo lote, de 140.000 instrumentos, se vendió en los mercados internacionales abiertos, pero, como señala el Diario Vasco, casi ninguno de ellos fueron a parar a manos de los grandes inversores institucionales, los pretendidos objetivos reales para dichos instrumentos de alto riesgo.Las dos personas que supervisaron este saqueo gigantesco eran Blesa y su reemplazo como consejero delegado en 2009, Rodrigo Rato (para más información sobre Rato y su ilustre carrera en la política y las finanzas, leer Retrato de un cleptócrata). En vísperas del lanzamiento de la guerra relámpago de ventas, Blesa escribió un correo electrónico a su segundo al mando, Matías Amat Roca, en el que confesaba su preocupación por “el exceso de celo” del personal de las sucursales del banco.
Pero esos temores se evaporaron rápidamente en el momento en que el dinero comenzó a entrar. En sólo el primer día el banco vendió 1.300 millones de euros en Preferentes -el 48 por ciento del objetivo total del mes (2.700 millones). Según informa El Mundo, cuatro días más tarde Blesa envió otro correo electrónico a Amat Roca en el que expresaba su incredulidad en el éxito del proyecto:
“Qué bárbaro. Y eso que habíamos engañado a los clientes”
Un edificio podrido
Este correo electrónico debería ser suficiente por sí solo para justificar un billete de ida a la trena para Blesa, pero no lo será, por el simple hecho de que la delincuencia de cuello blanco es tan frecuente en la España de hoy en día como el jamón serrano. El modelo de negocio «dinero rápido» se extiende hasta los niveles más altos del gobierno, el poder judicial y la monarquía, y ha infectado a los directivos de los bancos del país y una parte alícuota de sus mayores empresas.
Si los iguales a Blesa o Rato tuvieran que pagar por sus crímenes, también estaría implicada la mayor parte de la gente de alta posición, y todo el edificio podrido se vendría abajo. Y, por esa razón, no importa lo que se desprenda de su rastro de correos electrónicos, Blesa es casi seguro que seguirá siendo un hombre libre. Para (el juez) Silva, por el contrario, lo que le espera es una larga y dura batalla, para limpiar su nombre y aferrarse a su carrera. Al igual que el ex-juez Baltasar Garzón, se arriesga a pagar un precio muy alto. Porque en este país de los hombres (y mujeres) corruptos y altamente corruptibles, hay escaso margen, si es que hay alguno, para el honor o la integridad.
http://ragingbullshit.com/2014/02/26/resumen-del-caso-blesa/
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