Hoy se celebra por todo Internet el Día contra la Vigilancia Masiva y para recordar la figura de Aaron Swartz. Desde esta Asociación, queremos sumarnos con este artículo a la celebración de este evento apoyado por multitud de organizaciones para denunciar un estilo de sociedad basado en la vigilancia digital de todo lo que decimos, vemos, escuchamos y hacemos a diario.
En 1947 se reunía el Comité de Actividades Antiamericanas (la conocida como comisión McCarthy) y acusaba a gente tan poco sospechosa de ser antiamericana como Humphrey Bogart, Lauren Bacall, John Huston o Gene Kelly, entre otros muchos. Eran los tiempos del inicio de la Guerra Fría, y había una obsesión casi enfermiza por eliminar cualquier indicio de disidencia o comportamiento comunista fuera y dentro de los Estados Unidos.
En la Unión Soviética, el modo común de proceder con los ciudadanos era el de someterlos a una estrecha vigilancia. En una época en que las telecomunicaciones estaban muy poco desarrolladas la única opción posible era la que hemos visto en multitud de películas. Se asignaba un grupo de varias personas para turnarse en la vigilancia de ese ciudadano a todas horas, se aparcaba un coche o dos sin ningún disimulo a la puerta de su casa y se le seguía día y noche allá donde fuera. Además se instalaban micrófonos en su domicilio y si era posible, también alguna cámara de vigilancia para tenerlo bien controlado en todo momento. Se buscaba sobre todo descubrir si aquella persona mostraba comportamientos, ideas o tendencias "occidentales" y por tanto, totalmente contrarias al "espíritu" y modo de vida soviéticos.
Lo que caracterizaba a la antigua U.R.S.S. por encima de todo era la total falta de libertad de sus ciudadanos, algo de lo que los americanos se enorgullecían precisamente, o de lo que al menos presumían día sí y día también.
Uno podría pensar que por lo que se le tenía tanto miedo a la expansión del comunismo soviético era porque constituía una dictadura férrea que impedía disfrutar la más básica libertad a sus ciudadanos y de hecho, ése era el motivo por el que muchos rusos trataban de escapar a Occidente siempre que tenían la más mínima oportunidad, para liberarse de un ambiente que era completamente irrrespirable.
Sin embargo, años después de la caída del muro, nos encontramos con que las mismas tácticas que ya empleaban los gobiernos de Stalin, Brezhnev o Chernenko están siendo empleadas por los gobiernos americanos, y ahora más concretamente por el gobierno de Barack Obama, único responsable final de esta situación.
Ahora no se aparcan limusinas negras a las puertas de los domicilios de los americanos y del resto del mundo, es mucho más sencillo aparcarlas a las puertas de su conexión a Internet; ya no hace falta instalar micrófonos y cámaras en esos mismos domicilios, vienen de serie en todo tipo de ordenadores, tablets y smartphones y pueden activarse de forma remota a voluntad cuando se necesitan. Y ni siquiera hace falta seguir a los ciudadanos físicamente allá donde vayan, para eso está la información que proporcionan todos los mecanismos de geolocalización, o el rastro digital que deja el uso de una simple tarjeta de crédito, por ejemplo.
Pero hay algo que no ha cambiado nada desde aquella época. El objetivo final es el mismo, la caza del disidente, del que piensa diferente, del que tiene otro enfoque de cómo debería ser el mundo. Y si es posible, también su eliminación.
Aaron Swartz era uno de ellos. Siendo como fue uno de los pioneros en el desarrollo de Internet como lo conocemos hoy día, nada parecería indicar que pudiera ser algún día objetivo prioritario de los servicios de inteligencia americanos. Todo lo contrario, puede suponerse que era un orgullo para los EEUU que otro de sus conciudadanos fuese responsable de multitud de avances en Internet. Sin embargo, cometió un "pecado mortal" para el gobierno. Un buen día decidió liberar miles de documentos del M.I.T. para que todo el mundo tuviera la posibilidad de acceder a ellos.
Ya no importaba que hubiese sido, con sólo 14 años, uno de los principales responsables del estándar RSS para la fácil diseminación de la información a través de Internet, o que hubiera colaborado en la aparición de las licencias Creative Commons, o que desarrollara el lenguaje Markdown para la generación sencilla de contenido HTML o tantas otras cosas.
Ahora era un disidente, y el gobierno americano giró sus ojos amenazantes hacia él en cuestión de segundos. Lo demás ya es historia. Presiones y más presiones al más puro estilo soviético hasta que, cansado ya de todo, decidió ( o mejor dicho, decidieron por él ) suicidarse un 11 de enero de 2013 a la edad de 26 años.
Pero Aaron Swartz no es el único caso. Todos conocemos muy bien la cantidad de falsas pruebas y montajes que se han intentado en torno a la figura de Julian Assange para tratar de cazarlo. Como conocemos las torturas a las que se ha sometido al soldado Bradley (Chelsea) Manning, origen real de las filtraciones del llamado caso Wikileaks.
Y también conocemos muy bien el caso de Edward Snowden, cuyo "pecado" en este caso fue hacer caso a su conciencia y denunciar unas prácticas poco éticas por parte de la NSA. Como resultado de la persecución americana se vio obligado a permanecer más de un mes en el aeropuerto moscovita de Sheremetievo para evitar ser también cazado por el gobierno americano, hasta que las autoridades rusas le concedieron asilo temporal por un año en Rusia. Pero no nos engañemos, para los rusos que lo protegen también es una molestia; sólo han visto en él una moneda de cambio excepcional para cuando pueda serles útil.
En resumen, no seamos ingenuos; a pesar de todas las proclamas para intentar convencer al mundo de que "América es el país de la libertad", Obama no se diferencia gran cosa de gente tan poco recomendable como Stalin. Aaron Swartz no era un criminal, y Snowden o Assange tampoco han traicionado a los Estados Unidos. Es el gobierno americano , con Barack Obama a la cabeza, el que ha traicionado su propia Constitución.
Probablemente los padres de la patria americana, que vivieron en una época donde la ética y la libertad eran valores prioritarios, estarían hoy avergonzados de lo que otros han hecho con su país; y probablemente, al igual que hacían miles de rusos durante la etapa soviética, hace tiempo que habrían huido de Estados Unidos en busca de un lugar mejor donde vivir.
No en vano, y quizás de forma profética, Benjamin Franklin declaró ya en 1755 que "aquellos que están dispuestos a ceder parte de una libertad esencial a cambio de una seguridad temporal, no merecen ni la una ni la otra" Y el pueblo americano en particular (pero también todos nosotros en el resto del mundo) debería despertar de una vez y reclamar que se respeten sus derechos más básicos y se acabe de una vez con la vigilancia masiva de las vidas de miles de millones de personas.
Hay que dejarse de paños calientes ya; la vigilancia masiva de los ciudadanos, tanto americanos como extranjeros, es un método dictatorial de control de la sociedad que atenta contra los Derechos Humanos y que debería desaparecer de una vez. Derechos Humanos que de forma hipócrita, los Estados Unidos de América se comprometieron a respetar, y que obviamente no lo hacen. Y seguramente habría que empezar a conocer a los "Estados Unidos de América" por el nombre más adecuado de "Unión de Repúblicas Socialistas Americanas". Los métodos son los mismos. Los fines, también. Y quizás la comisión McCarthy debería volver a actuar para sentar en el banquillo a gente que -ahora sí- es más que sospechosa de usar métodos soviéticos y de coartar las libertades esenciales del individuo, como lo son Barack Obama y de ahí para abajo, todo su gobierno. De haber ocurrido así, no tendríamos que estar lamentando hoy la pérdida de Aaron Swartz.
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