En la actualidad, unos 1.700 grupos armados continúan bloqueando todo esfuerzo con vistas a crear un gobierno estable en Libia, dañando así los intereses de Europa, que precisa del petróleo libio, y de los vecinos de Libia, que desean calma y estabilidad.
A finales de mayo, el periódico británico The Times escribió que unidades de las fuerzas de operaciones especiales de varios países habían sido desplegadas en el Sur de Libia y algunos expertos manifestaron que la operación buscaba poner fin a la anarquía en ese país.
En esta misión participan comandos de Francia, EEUU, Reino Unido, Argelia y Chad, lo que hizo recordar la operación llevada a cabo el pasado año en Mali. Aquella operación, aparte del hecho de que desmanteló varias redes terroristas de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI), puso en marcha una campaña que buscaba restablecer el funcionamiento del Estado y las fuerzas de seguridad malienses. El mismo proceso parece estar siendo desarrollado ahora en Libia.
El 9 de Junio, los ministros de Exteriores de Argelia y Francia desmintieron en el transcurso de su encuentro bilateral las informaciones sobre misiones secretas de sus tropas en Libia. Las razones de prudencia de los gobiernos de ambos países son evidentes. En la actualidad, Francia y EEUU no pueden apoyar abiertamente a las fuerzas que se oponen, de hecho, al poder instaurado tras la revolución contra el régimen de Muammar el Gadafi, a la que ellos respaldaron. Por su parte, Argelia no quiere incrementar sus roces con Egipto, que desconfía de la presencia militar argelina en Libia. Según el periódico Al Quds al Arabi, las autoridades argelinas han prometido a sus colegas libios proteger a Libia contra una “invasión egipcia.”
Sin embargo, la amenaza de la proliferación de los grupos terroristas desde el territorio libio es más fuerte que las sospechas y recelos entre los estados. A finales de mayo todos los vecinos de Libia cerraron de forma coordinada sus fronterias, conforme a un acuerdo. Las autoridades tunecinas han ordenado construir en el plazo más breve posible campos de refugiados en diferentes regiones de la frontera libia por si se da el caso de una “situación de urgencia.”
Argelia ha desplegado desde el mes de abril en la frontera libia un regimiento de paracaidistas de unos 5.000 hombres que tiene experiencia de combate contra el AQMI. El regimiento ha sido reforzado por aviones y helicópteros. Además de los argelinos, unidades especiales de países occidentales se han implicado en la operación. En el Sur de Libia, las vías de comunicación de terroristas y bandidos han sido bloqueadas por el Ejército del Chad. El objetivo común de la “Coalición del Sur” consiste en liquidar a los terroristas, destruir su armamento, medios de comunicación, bases e infraestructuras. Argelia ha llevado una guerra de diez años contra el terrorismo y no desea su repetición.
En el Este de Libia, el coronel retirado Jalifa Haftar continúa combatiendo abiertamente a los grupos armados. Unidades de élite del Ejército libio se han alineado con él. El coronel se beneficia del apoyo de la población y dispone de material pesado así como de aviones de la base de Tobruk. Él busca también el apoyo de Egipto, donde el nuevo presidente Abdul Fattah al Sisi continúa la lucha contra los Hermanos Musulmanes. Haftar cree que puede contar con su ayuda y ha prometido bloquear la vía a los terroristas libios que se desplazan hacia Egipto. Otros analistas creen, sin embargo, que El Cairo no apoyará a Haftar hasta que su victoria en Libia sea evidente.
De momento, los ejércitos extranjeros prefieren llevar a cabo una guerra secreta en el país, pero no se sabe si se contentarán con eso o querrán llevar a cabo una intervención abierta en los asuntos libios en el futuro.
Con respecto a Irak, políticos estadounidenses, incluyendo senadores, estiman que el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, debe abandonar su puesto, informó el jueves el periódico The Wall Street Journal. En el momento actual, Maliki ha obtenido una mayoría en las elecciones legislativas en Iraq y busca formar un nuevo gobierno. Sin embargo, una fuente en el seno de la Administración estadounidense dijo al diario que la Casa Blanca no desea ver al actual primer ministro en el nuevo gobierno iraquí. Según el periódico, un número creciente de legisladores estadounidenses y sus aliados árabes, especialmente Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, ejercen presiones sobre la Casa Blanca para que retire su apoyo a Nuri al Maliki.
Apoyado por Arabia Saudí y antiguos jefes militares del Ejército de Saddam Hussein, el grupo takfiri Estado Islámico en Iraq y Siria se apoderó hace una semana de una región iraquí que engloba la provincia de Nínive, incluyendo Mosul, su capital y la segunda ciudad del país, así como una parte de la provincia de Salahuddin. En las regiones ocupadas, los terroristas han llevado a cabo ejecuciones sumarias y han obligado a miles de habitantes a huir de sus hogares. Los takfiris han amenazado también con atacar Bagdad, pero sus intentos de aproximarse a la capital han sido rechazados. Maliki ha pedido a la población que cree unidades de autodefensa con el fin de contrarrestar la amenaza terrorista y ha pedido ayuda a la comunidad internacional. Por su parte, el viceministro iraní de Exteriores ha declarado que EEUU continúa adoptando las mismas políticas ambivalentes que ha llevado a cabo en Siria.
Hossein Amir-Abdollahian declaró, en reacción a las declaraciones de la ex secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, que las fuerzas armadas iraquíes y la movilización de los sunníes, los shiíes y los kurdos pondrán fin al terrorismo en Iraq. Clinton había declarado poco antes que la crisis actual en Iraq podría extenderse a Irán y Turquía.
En un desarrollo que desmiente la perspectiva sectaria que algunos medios occidentales y árabes están dando a la crisis de Iraq, motivada por la ofensiva del grupo terrorista Estado Islámico en Iraq y Siria (EIIS), decenas de miles de sunníes iraquíes se han presentado voluntarios para luchar contra el terrorismo.
Según el corresponsal de la cadena de televisión iraní Al Alam, las tribus sunníes de Basora han lanzado un llamamiento a la lucha contra el EIIS y han manifestado su apoyo a la fatua del líder religioso shií iraquí, Gran Ayatolá Ali al Sistani, contra el terrorismo. Una de ellas, la de los Ganim, manifestó por voz de uno de sus jefes que estaban a las órdenes de las autoridades iraquíes. Treinta miembros de otra tribu, la de los Sabin, se han unido a las filas de la policía de Basora para combatir a los terroristas. El martes, Wissam Hardan, jefe de los Sahwas, grupos sunníes que han combatido a Al Qaida desde los tiempos de la ocupación estadounidense de Iraq, han pedido a los habitantes de Mosul que se subleven contra el EIIS.
Al ser interrogado por la agencia iraquí “Todo Iraq”, él aseguró que los sunníes de las regiones ocupadas por el EIIS se sienten ofendidos y humillados por las informaciones de algunos medios que pretenden que ellos se sienten identificados con este grupo por el hecho de su confesión religiosa. Sin embargo, este grupo ha impuesto un régimen de terror en las regiones de controla y los habitantes de estas regiones han huido del avance del mismo o sufren una situación lamentable en las zonas donde se ha impuesto.
El pasado sábado, el EIIS mató a un religioso sunní, Sheij Mohammad al Mansuri, que fue imam de la Gran Mezquita de Mosul porque se negó a prestarle juramento de lealtad. Según los sitios de información iraquíes, unos 36 imames y sabios sunníes han huido de Mosul y se han refugiado en Arbil.
La toma de la localidad de Kassab, en el norte de la provincia siria de Latakia, y de las colinas circundantes y el paso fronterizo adyacente con Turquía ha supuesto el fracaso definitivo de la llamada Operación Anfal y fin del sueño del gobierno turco para lograr que los terroristas sirios pudieran establecer una zona colchón en la frontera con Turquía y un acceso al mar para la transferencia de armas y combatientes hacia el interior de Siria.
Turquía prestó un apoyo artillero al inicio de la Operación Anfal en marzo. Esto permitió a los terroristas, que habían recibido armas y entrenamiento en ese país, tomar la ciudad de Kassab, el puesto fronterizo cercano y las colinas adyacentes, y llegar a la localidad costera de Samra.
Sin embargo, una vez que el Ejército sirio absorbió la sorpresa por el inesperado ataque en la región, comenzó la reconquista del territorio comenzando por un asalto anfibio que le permitió recuperar el control de Samra y la toma posterior de varias de las colinas que rodeaban Kassab, que fueron cayendo una tras otra hasta la reconquista de la ciudad.
El triunfo del Ejército sirio en esta operación va a tener las siguientes consecuencias:
1) El desgaste de los grupos armados por una batalla donde cientos de sus miembros y varios de sus líderes han perecido y la pérdida de gran número de equipos por su captura o destrucción. El fracaso de Anfal incrementará además la desmoralización de los grupos tras las derrotas sufridas anteriormente en la región de Qalamún y en Homs.
2) El fin del sueño turco de crear una zona colchón dentro del territorio sirio a la que Turquía podría canalizar su ayuda y un área costera controlada por los grupos armados.
3) La toma de un importante punto fronterizo por parte del Ejército sirio a través del cual los grupos armados habían enviado los bienes saqueados en la zona hacia Turquía.
4) La facilitación de las operaciones militares en las provincias de Idleb y Alepo gracias a la liberación de efectivos producida tras el fin de la batalla.
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