Por Garikai Chengu.
Hace 408 años, el rey de España Felipe III dictó una orden que se convertiría en uno de los ejemplos más tempranos de las políticas a favor de la limpieza étnica. Durante el apogeo de la Inquisición española, Felipe III ordenó que unas 300.000 personas de tradición morisca abandonaran los territorios hispánicos, dando inicio a uno de los episodios más brutales y trágicos de la historia española.
Pese a este epitafio a la tradición musulmana en la Península Ibérica, fueron las poblaciones de origen africano las que trajeron de nuevo la civilización a los territorios que hoy conforman España, Portugal y gran parte del resto de Europa tras el colapso romano, y no al revés, como se cree comúnmente.
La primera civilización que podríamos llamar europea tuvo su origen en la isla de Creta en torno al 1700 a.C., cuya cultura y posteriormente la griega, bebieron en gran parte de la que ya existía en el valle del Nilo, hogar de poblaciones que en la actualidad se considerarían negras. La cultura griega pasó a la romana hasta su colapso, dando lugar a una especie de edad oscura que se asentó en Europa durante cinco siglos. La civilización volvió a ser reintroducida en el continente gracias a las poblaciones magrebíes procedentes de África, los comúnmente conocidos como “pueblos moros”, quienes pusieron fin a esta etapa de oscuridad.
La historia que aprendemos en occidente equipara el periodo conocido como “Edad Media” con el de “Edad Oscura” y lo caracteriza como una edad en la cual la civilización en general, incluyendo las artes y las ciencias quedaron reducidas al mínimo. Aunque esto pudiera ser cierto en algunos lugares de Europa, en África el proceso fue el inverso.
Cheikh Anta Diop, reconocido historiador panafricanista, recoge en su obra que los grandes imperios del mundo durante el Medioevo fueron los grandes imperios negros asentados en África, donde también se desarrollaron los más prominentes centros culturales y educativos del mundo. Durante este periodo, la imagen común del bárbaro forajido se atribuía más a menudo a la población europea.
Tras el colapso del Imperio Romano, multitudes de tribus de origen caucásico sufrieron el empuje de las hordas hunas e invadieron el oeste europeo. Años después, en el 711, las poblaciones moras pusieron el pie en las costas ibéricas y el islam africano trajo introdujo una civilización antes desconocida para las tribus caucásicas que habitaban la región en ese entonces. A partir de ese entonces, «los moros» gobernaron las actuales España, Portugal, norte de África y sur de Francia durante más de 700 años.
Aunque durante generaciones de propaganda desde el poder se han tratado de suprimir estos elementos de los registros históricos; hallazgos arqueológicos y académicos recientes han arrojado luz sobre cómo los avanzados conocimientos moros en matemáticas, astronomía, arte y filosofía ayudaron a sacar a Europa de la oscuridad y empujarla al Renacimiento.
Basil Davidson, un afamado historiador británico, apunta que durante el siglo VIII no existía lugar “más admirado por su vecindad o que más comodidad facilitaba que una civilización de corte africano que estaba tomando forma en la antigua Hispania”.
Gran parte de las poblaciones moras de este entonces serían consideradas negras hoy en día, e incluso el dramaturgo William Shakespeare comenzó a usar el término «moro» como sinónimo de “africano”. La educación fue universal en al-Ándalus, la España musulmana mientras, en la Europa cristiana, el 99% de la población era analfabeta e incluso muchos reyes eran incapaces de leer o escribir. Al-Ándalus hizo crecer como la espuma la tasa de alfabetización, a unos niveles sorprendentes para una sociedad pre-moderna. En una época en la que Europa solo contaba con dos universidades, el mundo musulmán contaba con 17. Los fundadores de la Universidad de Oxford se inspiraron en las instituciones de la península tras una visita a las mismas para crear la suya. Según el Cuerpo Educativo de las Naciones Unidas, la universidad operativa más antigua del mundo hasta hoy es la Universidad de Al-Karaouine, en el actual Marruecos, fundada durante el siglo VIII, en el apogeo del imperio islámico, en el 859, por una mujer, Fátima al-Fihri.
En el área de las matemáticas, el número 0, los numerales arábigos y el sistema decimal fueron introducidos en Europa por el Islam, facilitándoles la resolución de problemas de manera más rápida y concisa, y poniendo los cimientos para la revolución científica de siglos posteriores.
La curiosidad científica de estos pueblos llegó hasta la aeronáutica y la polimatía. Ibn Firmas llevó a cabo el primer experimento científico de vuelo controlado que se conoce en el año 875. Los archivos históricos surgieren que su intento fue un éxito, no así su aterrizaje. De esta manera, pueblos africanos conquistaron el cielo seis siglos antes de que Da Vinci desarrollara su ala delta.
Está demostrado que las poblaciones moras desde al-Ándalus ayudaron a sacar a la Europa medieval del oscurantismo y pusieron las bases del Renacimiento posterior. De hecho, muchas de las características de las que la Europa actual se jacta tienen su origen en la España musulmana, como el libre comercio, la diplomacia, la apertura de fronteras, la etiqueta, la navegación avanzada, los métodos de investigación y avances clave en el ámbito de la química.
En un momento en el que en los territorios musulmanes llegaron a construirse 600 baños públicos y sus gobernantes vivían en suntuosos palacios, las monarquías de Alemania, Francia e Inglaterra promovieron entre sus poblaciones que la pulcritud era un pecado y así sus monarcas comenzaron a vivir en grandes graneros, sin ventanas ni chimeneas, con un único agujero en el techo para la salida del humo.
Durante el siglo X, Córdoba no solo era la capital de la España mora, sino la ciudad más importante y moderna de Europa. Con una población en torno al medio millón de habitantes, contaba con alumbrado público, 50 hospitales con agua corriente, 500 mezquitas y setenta bibliotecas, contando cada una con más de 500.000 ejemplares.
Todos estos logros tuvieron lugar en la misma época en la que Londres contaba con una población casi totalmente analfabeta de apenas 20.000 personas, habiendo olvidado hacía tiempo los avances técnicos romanos. El alumbrado público y la pavimentación de las calles no se introdujo en ciudades como Londres y París hasta siglos después.
La Iglesia Católica declaró proscrito el préstamo de dinero, lo que cortó de raíz cualquier esfuerzo en pos del progreso económico. En comparación con el sur y oriente mediterráneo, la Europa medieval y cristiana era un erial de miseria, atestado de mugre, barbarismo, analfabetismo y misticismo.
A fines de la Edad Media, España y Portugal se erigieron como líderes de la navegación global. Esto fue gracias a los avances moros en tecnología de navegación como el astrolabio y el sextante, así como sus descubrimientos en cartografía y construcción naval, quienes abrieron la puerta a la conquista y el expolio de continentes enteros siglos después. En definitiva, la era de control occidental a nivel global del pasado medio milenio tuvo su origen en la navegación mora de la Península Ibérica durante el siglo XIV.
Bastante antes del encargo de los Reyes Católicos a Colón para la búsqueda de nuevas tierras más allá del Atlántico, cabe la posibilidad de que pueblos musulmanes de origen africano, y puede que otros más al sur, mantuvieran contactos con las Américas y dejaran incluso impronta en su cultura. Nuevos hallazgos comienzan a probar que visitantes de África habían ya navegado a través del Atlántico a las Américas miles de años antes de la llegada de Colón. El doctor Barry Fell, de la Universidad de Harvard, recalca la presencia de población musulmana en América antes de Colón a través de esculturas, tradiciones orales, monedas, testimonios, artefactos antiguos y documentos e inscripciones en árabe. La prueba más fehaciente de presencia africana en la América precolombina viene del propio puño y letra del Almirante. En 1920, un reputado historiador y lingüista estadounidense, Leo Weiner, de la Universidad de Harvard, expuso en su libro, África y el descubrimiento de América, cómo Colón redactó en su diario que la población nativa le había informado de que “gentes de piel negra habían llegado desde el sudeste en barcos, comerciando con lanzas con puntas doradas”.
La España musulmana no solo recogió y prodigó los avances intelectuales de las civilizaciones del Antiguo Egipto, Roma y Grecia, también se expandió en base a los mismos añadiendo sus propias contribuciones de renombre en áreas como la astronomía, la farmacología, la navegación marítima, la arquitectura y el derecho. La imagen perpetuada por el academicismo occidental durante siglos por la cual se postula que el continente africano apenas ha contribuido en nada a los avances civilizatorios y que sus gentes siempre han sido primitivas ha servido desafortunadamente como base para todo el prejuicio racial, esclavista, colonialista y la opresión que aún sufre el continente negro. Si los pueblos africanos tuvieran la oportunidad de reescribir su historia, esta revelaría una gloria tal que les haría luchar inevitablemente por alcanzarla de nuevo. Después de todo, la mayor amenaza que se cierne sobre un futuro próspero para África es la ignorancia de sus habitantes sobre su glorioso pasado.
Fuente: Counterpunch
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