Uno de los problemas que mayor interés despierta actualmente entre los geofísicos de todo el mundo es del estudio de las deformaciones elásticas periódicas, denominadas "mareas terrestres", que por efecto de las acciones gravitatorias de la Luna y el Sol, sufre nuestro planeta. Es de señalar que éste es prácticamente el único fenómeno de deformación de la Tierra para el que podemos calcular "a priori" las fuerzas de acción.
La Tierra no es un sólido rígido sino, en su mayoría es un líquido cubierto por una costra delgada, sólida y flexible. En consecuencia las fuerzas de marea debidas a la Luna y el Sol producen mareas en la Tierra al igual que en el Océano. Dos veces al día la superficie solida terrestre sube y baja ¡25 centímetros! En consecuencia los terremotos y las erupciones volcánicas tienen una probabilidad un poco mayor de ocurrir cuando la Tierra está en una marea viva terrestre, es decir cerca de una Luna nueva o una Luna llena.
La fuerza de gravedad de la Luna afecta tanto al agua como a la tierra, pero los efectos sobre este último son un tanto desconocido. Cuando la luna alcanza su perigeo (punto en el que se encuentra más cerca de la tierra), su efecto gravitacional en un 20% mayor. Curiosamente muchos de los grandes terremotos han coincidido con este fenómeno, véase el terremoto de 1989 en San Francisco, el Tsunami del Índico en 2004 o el terremoto de Pakistán en 2005. ¿Podrían estos terremotos haber sido inducidos por el aumento del tirón gravitacional de la luna en su perigeo, sobre las fallas sísmicas? Pues es muy probable que así fuera, de hecho algunos científicos realizan predicciones muy precisas sobre cuándo habrá un gran terremoto, basadas en el aumento de estas mareas terrestres.
Otro factor a tener en cuenta en las mareas terrestres es el núcleo. El núcleo de nuestro planeta es una gigantesca esfera metálica que tiene un radio de 3.485 km, es decir, un tamaño semejante al planeta Marte. La densidad varía, de cerca de 9 en el borde exterior a 12 en la parte interna. Está formado principalmente por hierro y níquel, con agregados de cobre, oxígeno y azufre. El núcleo externo es líquido, con un radio de 2.300 km. Lo que se traduce que es un componte importante en las fluctuaciones del campo gravitacional terrestre y, por ende, en las mareas terrestres.
En el trabajo “Tidal Modulation of Nonvolcanic Tremor” publicado en Science en el año 2007), se intentaba explicar con un punto de vista diferente la influencia lunar en la zona de Vancouver. (Coincidencia de la pleamar con el aumento de “ruido” entre las placas Juan de Fuca / Norteamérica). J.L. Rubinstein, M. La Rocca, J. Vidale, K.C. Creager y A.G. Wech trataban de relacionar el aumento de masa oceánica en la pleamar sobre la placa Juan de Fuca, con la evolución de los terremotos de movimiento ultralento en esa zona.
En las conclusiones dejan “una puerta abierta” también a las mareas terrestres, no solo a las oceánicas. Algo perfectamente lógico, pues en el caso de placas “pequeñas” como la de Juan de Fuca, la fuerza de atracción que hace la Tierra sobre el efecto de aumento de masa en pleamar es superior a la fuerza de atracción de la Luna sobre la misma placa, al ocupar el aumento de sonda la placa en su totalidad. No así en placas grandes (Pacífico) donde su superficie es mucho mayor que la longitud de onda de marea.
En el estudio anterior solo falta que se incorpore el efecto de marea terrestre de la placa Norteamérica sobre Juan de Fuca, y el establecimiento de puerto de forma adecuada para unos resultados más precisos.
Pero, ¿cuál es el efecto de la atracción de la Luna (en realidad Luna-Sol) sobre la superficie (sólida) de la Tierra? Pues estas son las verdaderas mareas terrestres, ya que habría que hacer una pequeña distinción con las mareas oceánicas, porque en general con el concepto de marea terrestre, se tiende asociar únicamente con las segundas generando cierta confusión. Si la Tierra fuese perfectamente rígida, la magnitud de la marea terrestre se podría medir de forma muy precisa, pero la propia heterogeneidad de la corteza más la cierta viscosidad y elasticidad de nuestro planeta, generan deformaciones de tipo elástico que afectan a la amplitud de este fenómeno. Actualmente gran cantidad de instrumentación científica es capaz de detectar los efectos de las mareas terrestres.
Dos ejemplos de laboratorios donde se realizan mediciones de la marea terrestre:
Laboratorio Geodinámico del Valle de los Caídos (Madrid) que consta de dos salas, una es la de mareas clinométricas (péndulos Melchior) y la otra de mareas gravimétricas (gravímetro ASKANIA modificado). Uniendo ambas hay un clinómetro hidráulico "water tube" de larga base. Está en servicio desde 1975, y se ha registrado un ciclo completo de marea (casi 20 años), lo que permite su modelación analítica con máxima precisión. Y el Laboratorio Subterráneo de Canfranc que es una instalación excavada en la roca, 850 metros de profundidad en la vertiente española de los Pirineos Aragoneses.
Por último, en ocasiones, tanto las mareas terrestres como las oceánicas, se han asociado a la actividad volcánica y sísmica, aunque sigue discutiéndose la relación entre ambos. En este enlace del observatorio volcánico de Hawaii describen un poco más ampliamente las relaciones entre la marea y la observación de la actividad volcánica.
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