A medida que crece el poderío militar chino, el mundo presta cada vez mayor atención a la red de instalaciones subterráneas que forman parte de la infraestructura militar china. Por ejemplo, en un artículo publicado recientemente en la página news.dbv.vn se afirmaba que la Fuerza Aérea china dispone de cuarenta bases con hangares subterráneos que dan cabida a mil quinientos aviones.
Por lo que se refiere a la cantidad y al tamaño de tales instalaciones, China es, sin lugar a dudas, líder mundial.
La Fuerza Aérea de muchos otros países ni siquiera dispone de suficientes abrigos de hormigón para aviones. Un refugio subterráneo, excavado en un monte, es mucho más eficaz que un abrigo de hormigón armado que podría ser destruido por impacto directo de una bomba guiada. Las bombas modernas, diseñadas para destruir búnkeres, son capaces de destruirlos a decenas de metros de profundidad, pero difícilmente podrán hacerlo con los refugios excavados en montes.
Enormes y costosos abrigos se han construido en la base de submarinos chinos Hainan. También las Tropas de Misiles Estratégicos de China utilizan ampliamente instalaciones subterráneas.
En los años pasados, esto daba pábulo a numerosas especulaciones en los mayores medios mundiales en el sentido de que las verdaderas proporciones de los arsenales nucleares chinos podían haber sido mucho mayores de los estimados y comparables por el número de ojivas con los rusos y los estadounidenses. Pero estas conjeturas no llegaron a ser corroboradas. Ello no obstante, el Pentágono resolvió incluir en su reporte anual sobre el poderío militar chino el acápite relativo a la red de instalaciones subterráneas.
Históricamente, la construcción de instalaciones subterráneas era una reacción natural de China a la correlación de fuerzas en Asia. Hasta no hace mucho, un rasgo característico de China era la escasez de recursos financieros, de maquinaria moderno e ingenieros cualificados. En cambio, abundaba la mano de obra de baja cualificación. En aquella época, la construcción de numerosos depósitos subterráneos para almacenar costosos sistemas de armas y bienes materiales, sin importar los insumos laborales, era un paso racional.
Según apreciaciones estadounidenses, fue la guerra del golfo Pérsico (1991) que demostró palmariamente la superioridad de Occidente en la guerra aérea, la que impulsó la construcción de búnkeres en China.
Después de aquella contienda, China fue incrementando la construcción de refugios técnicamente cada vez más modernos para proteger sus tropas, unidades económicas punteras, así a los altos dirigentes de la nación.
A juzgar por algunos artículos aparecidos en la prensa abierta china, actualmente, están soterrados la mayor parte de armamentos estratégicos y bienes de equipo, centros de comunicaciones, puestos de mando y algunas unidades de producción especialmente importantes. Cualquiera que sea el cariz del conflicto militar, los depósitos subterráneos siempre serán de utilidad. Aparte de los búnkeres especiales para los militares, los máximos dirigentes chinos controlan rigurosamente la construcción de refugios antiaéreos para la población civil. Los pisos bajos de muchos parqueos subterráneos, así como las plantas subterráneas de grandes centros comerciales, edificios residenciales y complejos oficinescos están dotados de equipos especiales (ventiladores, filtros de aire, puertas metálicas, cámaras de esclusa) que permiten reconvertirlos en refugios antiaéreos.
Por lo visto, las instalaciones subterráneas, construidas en épocas pasadas, resultaron ser sobrantes. Algunos están en abandono o abiertos para excursionistas. De todas formas, en un mundo inestable y en constante transformación, las instalaciones subterráneas son una buena inversión no sólo para el caso de la guerra, sino también para el de una calamidad natural o catástrofe industrial. Son 50 % más resistentes a los sismos que las construcciones emplazadas en la superficie de la Tierra.
Pero que los EEUU no se quedan atrás:
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